Un hombre de West Kendall tiene mucho que agradecer luego de sufrir un infarto cerebral
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Publicado: November 19, 2021
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Era el 2018, justo antes del Día de Acción de Gracias y Manuel “Manny” Delgado esperaba ansioso el festín de ese jueves en su hogar de West Kendall donde él y su esposa, Judy, criaron a sus tres hijos. Sin embargo, la mañana del miércoles se despertó sintiéndose extremadamente mareado. “Casi no podía pararme. Las piernas me temblaban y sentía nauseas”, recuerda. Se volvió a acostar, pensando que se aliviaría, pero no fue así. En vez, se sintió aún más mareado y sus nauseas empeoraron.
El Sr. Delgado, que tenía 47 años en ese entonces, pensó que podría estar sufriendo un caso repentino de vértigo, agravado por su diabetes. “No había comido en todo el día debido a mis náuseas, y estoy seguro de que eso tampoco me estaba ayudando”.
El Sr. Delgado y su esposa decidieron utilizar su app de Baptist Health Care On Demand para consultar con un médico, sólo para estar seguros. Ambos conocían bien el servicio de telesalud que conecta a los pacientes con los médicos las 24 horas del día, ya que lo habían utilizado varias veces para enfermedades rutinarias.
Después de evaluar al Sr. Delgado, el médico coincidió en que efectivamente parecía tratarse de un caso de vértigo, pero dijo que también podía tratarse de un infarto cerebral o de algo viral. Tanto el Sr. Delgado como su esposa habían considerado la posibilidad de un infarto cerebral, pero él no parecía tener ninguno de los síntomas obvios, como dificultad para hablar o debilidad o entumecimiento en un lado del cuerpo. El médico le recetó un medicamento para las náuseas y le aconsejó que fuera al hospital si aún tenía síntomas después de más de una o dos horas.
Luego de un par de horas el Sr. Delgado se sentía peor, así que su familia llamó al 9-1-1. “Sentía como si mi cerebro se estuviera moviendo de un lado a otro en un gran tazón de líquido, y no podía parar de vomitar”, dice él. Los paramédicos llegaron a los pocos minutos y empezaron a hacerle pruebas, chequeando, entre otras cosas, si tenía señales de un infarto cerebral y asegurándose de que podía ser trasladado al hospital para una evaluación más profunda y tratamiento.
“Me dijeron que tenían que llevarme al hospital más cercano – un hospital regional en West Kendall – pero Judy no los dejó”, recuerda el Sr. Delgado entre risas. “Yo nací en Baptist Hospital y tanto Judy como una de mis hijas trabajan allí. Ella no iba a dejar que los paramédicos me llevaran a otro ningún otro lugar”.
Así que los paramédicos le ayudaron a bajar las escaleras y a subir al carro de los Delgado, y en la víspera del Día de Acción de Gracias la Sra. Delgado llevó a su esposo a la sala de emergencia de Baptist Hospital. “Para ese entonces no tenía equilibrio, ni control sobre mis piernas”, dice él. “Pero seguía pensando que era vértigo”
Las pruebas revelan algo mucho más serio
Los médicos de emergencia que evaluaron al Sr. Delgado también pensaron que podía tratarse de vértigo, ya que aún no presentaba síntomas evidentes de un infarto cerebral. Le hicieron un escán por CT y una resonancia magnética (MRI), que podrían revelar daños causados por un infarto cerebral. “El CT mostró lo que parecía ser un tumor en mi cerebro”, recuerda el Sr. Delgado. “Eso se descartó con la resonancia, afortunadamente, pero la resonancia reveló que había tenido una serie de varios infartos cerebrales en el cerebelo, la parte del cerebro que controla el equilibrio. Por eso pensé que sufría vértigo”.
Los infartos cerebrales son la quinta causa principal de muerte en los Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los EE.UU. (CDC), y la causa principal de discapacidad a largo plazo. En promedio, alguien sufre un infarto cerebral en los EE.UU. cada 40 segundos y cada tres o cuatro minutos alguien muere por causa de un infarto cerebral. Un infarto cerebral puede ser el resultado de un coágulo de sangre que se desplaza y bloquea un vaso sanguíneo del cerebro, o de un vaso sanguíneo del cerebro que se revienta, y los síntomas a menudo ocurren de repente.
La mañana del Día de Acción de Gracias, los médicos de Miami Cardiac & Vascular Institute le realizaron otra prueba al Sr. Delgado – una angiografía por resonancia magnética (MRA)- para examinar su arteria carótida. “Querían ver si había algún coágulo que pudiera haberse desprendido y dañado los vasos de mi cerebro”. El MRA no reveló nada, como tampoco lo hizo un sonograma subsecuente de sus piernas. “Tampoco había coágulos ahí”.
Un agujero en el corazón
En algún momento, recuerda el Sr. Delgado, sus médicos decidieron hacerle una “prueba de burbuja”, una prueba sencilla que se utiliza habitualmente para detectar la presencia de algún tipo de abertura o defecto entre las dos mitades del corazón, una condición que puede provocar un ataque isquémico transitorio (TIA por sus siglas en inglés) o un infarto cerebral. “Querían ver si tenía un FOP (o PFO por sus siglas en inglés), o un agujero en el corazón, que podría haberme causado el infarto cerebral”.
El PFO, o Fosa Oval Permeable en español, es una anomalía congénita común y usualmente no pone en peligro la vida. De hecho, según la American Heart Association (AHA), aproximadamente el 25% de los adultos estadounidenses tienen un PFO y ni siquiera lo saben. Sin embargo, a veces los PFO pueden provocar complicaciones, incluyendo los infartos cerebrales.
La prueba de la burbuja del Sr. Delgado reveló que efectivamente tenía un PFO en el corazón. Así que el lunes después del Día de Acción de Gracias, Ramón Quesada, M.D., cardiólogo intervencionista de Miami Cardiac & Vascular Institute, le realizó una intervención rutinaria y mínimamente invasiva conocida como reparación transcatéter del PFO.
“Tenía la máxima confianza en el Dr. Quesada. Lo conozco y confío en él desde hace muchos años”, dice el Sr. Delgado. “De hecho, él le implantó stents cardíacos a mi papá hace años y sabía que era el mejor médico para este procedimiento porque lo ha realizado muchas veces”.
Durante un procedimiento separado, la cardióloga del Sr. Delgado, Lauren Frost, M.D., le implantó un pequeño dispositivo debajo de la piel del pecho, un registrador de eventos cardíacos que permitiría una monitorización remota continua de su corazón durante los dos años siguientes e indicaría si había algún problema no detectado, como una fibrilación auricular, que un electrocardiograma (EKG) podría haber pasado por alto. Nunca se detectó nada anormal, dice el Sr. Delgado, y el dispositivo le fue removido el año pasado.
Dichoso y agradecido
El caso del Sr. Delgado resultó ser mucho más complicado que un caso de vértigo, pero hoy, casi tres años después de que lo llevaran a la sala de emergencia de Baptist Hospital, dice que se siente mucho mejor y que tiene mucho que agradecer.
“Le arruiné el Día de Acción de Gracias a todos hace tres años”, dice él. “La recuperación me tomó algún tiempo, pero pude hacerlo sin la ayuda de la fisioterapia”. Hoy, dice que ha vuelto a donde estaba antes del infarto cerebral. “Quizá no al cien por cien, pero por seguro al 99.9 por ciento”.
Una de las palabras que el Sr. Delgado escuchó muchas veces de los médicos y los profesionales de enferme durante su estancia de una semana en el Hospital Baptist fue “suerte”. Como por ejemplo: “¿Has tenido un infarto cerebral y puedes caminar? Tienes mucha suerte”. O, “Tienes suerte – la mayoría de las personas necesitan meses de fisioterapia después de un infarto cerebral y tú no has necesitado ni una sola sesión”.
El Sr. Delgado está de acuerdo. “Me siento muy afortunado – y agradecido. Estoy agradecido de que mi esposa insistiera en llevarme a Baptist Hospital. Estoy agradecido de que el personal médico de allí esté altamente capacitado para diagnosticar y tratar los infartos cerebrales. Y estoy agradecido de que mi infarto cerebral no me haya causado ningún daño duradero”.
¿Y en cuanto al Día de Acción de Gracias este año? El Sr. Delgado dice que espera pasarlo tranquilo con su familia y “en su casa”.
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