Una sobreviviente de cáncer comenzó sus pruebas de detección a los 35 años

Debido a que su madre fue diagnosticada con cáncer de seno a los 42 años, y eventualmente murió de cáncer de endometrio, Marissa Porven empezó a hacerse sus mamografías antes que la mayoría de las mujeres, a los 35 años. Cada seis meses se sometía a una mamografía o a un ultrasonido de los senos, y una vez al año se sometía a una resonancia magnética. Para su sorpresa, apenas unas semanas después de que una prueba de detección le saliera bien, sintió un bulto en su axila izquierda. Era cáncer. Tenía 37 años.

“Lo hice todo bien. No tomaba café ni alcohol, comía bien y hacía ejercicio, sólo usaba desodorante sin plomo”, dice esta madre de gemelos de Redland. “Si el cáncer viene a por ti, no importa”. Lo que la ha convertido en una sobreviviente, según ella, es que, además de contar con un excelente equipo de atención, es proactiva con su salud. “Si no hubiera sentido algo, si hubiera esperado un año más para hacerme una mamografía, podría haber tenido un resultado muy distinto”.

El tumor del tamaño de un guisante de la Sra. Porven, carcinoma ductal invasivo, es el tipo más común de cáncer de seno, según la American Cáncer Society. Comienza en las células de un conducto lácteo y luego crece en los tejidos mamarios cercanos. Constituye aproximadamente el 80% de todos los cánceres de seno.

Tratamiento

Starr Mautner, M.D., cirujana de seno de Miami Cancer Institute

“No había dormido ni respirado desde que recibí la llamada”, recuerda la Sra. Porven. “Pero a partir de ese momento todo ocurrió muy rápido, y después de conocer a la Dra. Mautner y al Dr. Guardiola, sentí un suspiro de alivio. Ella es muy conocedora y me hizo sentir muy cómoda. Y él me dijo que no era una sentencia de muerte y que era algo muy tratable”.

Sin embargo, el cáncer era agresivo. “Aunque el carcinoma ductal invasivo puede aparecer a cualquier edad, la mayoría de las mujeres son mayores cuando se les diagnostica”, dice su cirujana de seno Starr Mautner, M.D. de Miami Cancer Institute, que es parte de Baptist Health.

Dada la joven edad de la Sra. Porven, y el hecho de que el cáncer ya se había extendido a los nódulos linfáticos, el equipo recomendó la quimioterapia antes de la cirugía, y el 3 de noviembre del 2020, tuvo su primera sesión. Los medicamentos contra las náuseas la ayudaron a pasar lo peor, junto con el apoyo de su esposo, Mauricio. Sus hijos, Mia y Mason, acababan de regresar a la escuela en persona, pero debido al riesgo de COVID-19, el oncólogo médico Víctor Guardiola, M.D., sugirió la educación en casa. Para ellos tenía sentido y su padre a menudo cuidaba a los niños.

El 9 de febrero del 2021, la Sra. Porven tocó la campana de Miami Cancer Institute, señalando el final de su quimioterapia, y un mes después se sometió a una mastectomía bilateral. La Dra. Mautner también le extirpó ocho nódulos linfáticos. Al mismo tiempo, la Sra. Porven se sometió a un procedimiento reconstructivo realizado por Harry Salinas, M.D., cirujano plástico reconstructivo de Miami Cancer Institute.

La siguiente fase del tratamiento comenzó seis semanas más tarde con la terapia de protones, una radioterapia especializada que es especialmente beneficiosa para pacientes cuyo cáncer se encuentra cerca de otros órganos, como el corazón. El 9 de junio, la Sra. Porven tocó la campana una vez más, lo que significaba el final de la radioterapia.

“Hay mucha emoción al tocar esa campana”, dice ella. “Es el final de un largo viaje”.

Enfrentando retos

Como muchos pacientes con cáncer, la Sra. Porven enfrentó algunos obstáculos. La extirpación de los nódulos linfáticos le hizo perder cierta amplitud de movimiento en el brazo, por lo que acudió Adrian Cristian, M.D., jefe de rehabilitación de cáncer de Miami Cancer Institute. Luego de una evaluación completa, el Dr. Cristian le recomendó la fisioterapia. Unas cuantas visitas, con estiramientos y ejercicios, mejoraron su amplitud de movimiento, y los masajes con un terapeuta certificado en linfedema evitaron el linfedema.

Cuando la Sra. Porven experimentó algo de ardor y descamación de la piel después de la terapia de protones, Joseph Panoff, M.D., su oncólogo radioterápico, le sugirió una loción. “Fue doloroso, pero el Dr. Panoff me explicó que no necesitaba cremas caras y que el Aquafor funcionaría bien. Fue increíble y empecé a sanar rápidamente”.

Para combatir otros efectos secundarios, la Sra. Porven se mantuvo activa, haciendo ejercicio casi todos los días, y siguió llevando una dieta sana. También escuchó música de meditación autocurativa y recurrió a la Biblia. “Hice una lista y fui tachando cada uno de los tratamientos a lo largo del camino”, dice ella. “A medida que vi como la lista se reducía, esa fue una gran sensación”.

Un posible vínculo genético

La madre de la Sra. Porven era BRCA positiva e instó a sus tres hijas a someterse a las pruebas genéticas. Las personas con mutaciones genéticas BRCA1 y BRCA2 tienen un riesgo mucho mayor de desarrollar cáncer de seno y de ovario, entre otros.

“Mis hermanas y yo hablamos por anticipado sobre nuestro plan”, dice la Sra. Porven. “Íbamos a decidir cuándo nos haríamos las mastectomías y las histerectomías”. Para su alivio, las tres dieron negativo en la prueba del BRCA.

“Si su madre o su padre tienen una mutación BRCA, usted tiene un 50 por ciento de probabilidades de heredarla”, explica la Dra. Mautner, que remite a todas sus pacientes al asesoramiento genético.

La importancia del autoexamen

El autodescubrimiento de un bulto por parte de la Sra. Porven señala la importancia del autoexamen de los senos, incluso en un momento en que algunas organizaciones ya no lo promueven. “Los autoexámenes pueden salvar la vida, pero muchas mujeres tienen miedo de hacérselos porque no son especialistas y creen que no saben qué buscar”, dice la Dra. Mautner. “Si lo hacen todos los meses, sabrán si hay algo nuevo”. La Dra. Mautner se siente tan segura del autoexamen que publica un recordatorio mensual en su página de Instagram. Ella también incluye instrucciones sobre cómo realizarse un examen.

El futuro

Hoy, la Sra. Porven permanece optimista sobre su futuro. Toma un medicamento oral diariamente para reducir el riesgo de recurrencia. También recibe una inyección mensual para reducir el estrógeno producido por sus ovarios, ya que su cáncer era positivo para los receptores de estrógeno. Pero ese es un problema que piensa resolver con una solución permanente. Pronto se reunirá con un ginecólogo oncólogo del Instituto para hablar de la extirpación de su sistema reproductivo.

“No quiero seguir los pasos de mi madre”, dice ella. “Pero ahora mismo me siento increíble. Me siento como una guerrera. Me siento como una sobreviviente”.

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